lunes, 28 de abril de 2014

La NBA... ¿Racista? ... ¡Hace tiempo!


 
Si en algo ha aportado la desafortunada controversia generada a raíz de los comentarios de índole racial – y misóginas - que se la atribuyen al dueño de la franquicia de la NBA, Los Angeles Clippers, Donald Sterling, ha sido a destapar el racismo institucionalizado y explotador que ha convivido dentro de las esferas de poder ligueras durante las décadas de existencia del mejor circuito de baloncesto del planeta. Intentar despachar este debate como uno de carácter aislado, por tratarse de un “ejecutivo irracional y racista” “que no representa el espíritu de la NBA”, obvia la complejidad estructural del asunto y le falta el respeto a la gran cantidad de trabajadores y trabajadoras que hacen este espectáculo posible, ya sea por medio de su despliegue atlético, la intervención en la producción televisiva de partidos o hasta la venta de palomitas de maíz en los concesionarios de uno de los 30 coliseos que sirven de sede para estos choques deportivos profesionales.

De igual manera, la solución a este problema no debe despacharse con la efímera satisfacción que podría producir la posible destitución de Sterling por parte del Comisionado de la NBA, Adam Silver. Aunque es un paso necesario, el despojo de Sterling de sus funciones como tenedor de franquicia podría correr el peligro de convertirse en un espectáculo de relaciones públicas, si la liga no asume responsabilidad por el silencio institucional de tantos años en torno al racismo previo de personas como Sterling  y por algunas prácticas laborales cuestionables que han salido a relucir en conflictos recientes, tales como el cierre laboral del 2011, cuando jugadores y propietarios de equipos protagonizaron una disputa que amenazó con cancelar la temporada de ese año. Incluso, de darse un escenario – poco probable - en el cual se pruebe irrefutablemente que el audio fue alterado y la voz masculina no representa enteramente una exposición de Sterling, la NBA debe entender que tal controversia no culmina en esa instancia. La liga no puede estar ajena al hecho de que este escándalo destapó su propia irresponsabilidad ejecutiva de décadas.

¿Por qué la liga no había realizado ninguna gestión o sanción contra Sterling por sus prácticas racistas y segregacionistas como dueño de tierras y propiedades? ¿Por qué se fomenta el silencio cómplice o la ridiculización del activismo cuando jugadores y fanáticos intentan denunciar las dimensiones racistas y clasistas de este circuito profesional? ¿A qué se debe el total silencio cuando los medios corporativos y deportivos afiliados a la NBA destacan una caricaturización estereotípica del “jugador salvaje” e “irracional” que entretiene a las clases adineradas con capacidad de acudir a cada partido para gritarle improperios a esos cuerpos que posibilitan una industria millonaria? ¿Por qué la NBA y sus estaciones mediáticas afiliadas le dieron poco o ningún destaque a instancias como la relacionada a los epítetos racistas que fanáticos de primera fila gritaron contra Ron Artest – hoy día conocido como Meta World Peace – cuando éste se vio implicado en el nefasto motín con fanáticos de Detroit? ¿Por qué la liga, en complicidad con la NCAA y las universidades, continúa promoviendo que jóvenes de comunidades marginadas, abandonen antes de tiempo sus estudios sub-graduados para ofrecerles “villas y castillas” enebeístas, dejando así atrás un mundo de explotación atlética universitaria para insertarse precipitadamente en el incierto mundo del “triunfo” deportivo profesional?

¿Qué hubiese sucedido si el audio con las declaraciones de Donald Sterling no saliera a la luz pública? ¿Existiera el mismo sentido de urgencia si personalidades como Charles Barkley y Barack Obama no hubiesen intervenido para presionar a la liga a tomar acción en contra del ejecutivo de los Clippers?

La NBA, su Comisionado, Adam Silver, y los ejecutivos de las 30 franquicias tiene ante sí la oportunidad histórica de remediar agravios pasados y encaminar a la liga hacia cambios que ataquen de raíz las dimensiones estructurales del racismo que ha caracterizado al circuito por décadas. La destitución de Sterling debe ser sólo un gran paso y una advertencia para todos los dueños de equipos y funcionarios ligueros que por años han fallado por vía de una funesta complicidad y silencio.

(El autor es profesor de Ciencias Sociales en el Recinto de Humacao de la Universidad de Puerto Rico.)