lunes, 1 de septiembre de 2014

A propósito de Flor, la especulación y el rol del periodista deportivo


 
El periodista deportivo es tan periodista como aquel que trabaja desde el ámbito de las “hard news” y trata temas de contenido político, económico y científico. Como profesión, el periodismo deportivo se sostiene por la gran responsabilidad social que implica traer coherencia y fiscalización efectiva a un mundo donde predominan las pasiones, la violencia y las luchas desiguales. No debe ser responsabilidad del periodista deportivo enaltecer imágenes y narrativas que acentúen la hegemonía mediática de aquellos atletas y clubes que sobresalen dentro del privilegio económico y publicitario. Mucho menos se espera que un periodista deportivo incite a discusiones polarizantes por medio del rumor, la especulación y el fanatismo.

sábado, 16 de agosto de 2014

Entre 'nenas' y remates: La cobertura del voleibol femenino puertorriqueño



"Si Cupido fuera el director del torneo Superior de voleibol femenino y las jugadoras fueran las representantes en su Junta Directiva, hoy no abrirían ni los portones de las canchas. Los apoderados se ahorrarían las flores que entregarían a las jugadoras en la presentación de los equipos en la cancha. Se ahorrarían también las dietas de las jugadoras y otros gastos más”.
El Nuevo Día: “A cupido le gusta el volley” (14 de febrero de 2012)  

En octubre de 2011, y con motivo de la histórica medalla de oro panamericana obtenida por el equipo nacional de baloncesto femenino de Puerto Rico en Veracruz, México, algunos estudiosos de las comunicaciones nos dimos a la tarea de reflexionar sobre la cobertura del deporte femenino puertorriqueño. Académicos del deporte como el Dr. Raúl Feliciano Ortiz, entendieron que aquella gesta en el deporte de las canastas constituía una oportunidad para darle visibilidad a debates que reciben poca o ninguna exposición en los principales medios noticiosos del país. En su artículo, “12 baloncelistas Disparidades por género en el básquet puertorriqueño”, Feliciano Ortiz (2011) hace referencia al triunfo deportivo panamericano logrado, y argumenta que “no podemos celebrar la medalla de oro y dejar pasar por alto la discriminación y los dobles estándares contra los que tienen que luchar las mujeres deportistas”. Tal discrimen, plantea el académico, se hace extensivo a la cobertura mediática dispar y sexista que reciben las atletas y deportes de conjunto femeninos.

jueves, 7 de agosto de 2014

’12 Magníficos’: 'Telenovela', drama (a)político y una dosis de baloncesto


 
Las telenovelas de turno transmitidas entre 7:00pm y 9:00pm por Telemundo fueron pospuestas por una semana, pero un reemplazo televisivo deportivo tan o más dramático tomó su lugar entre los días 1 y 7 de agosto. Al menos así parece ser percibido por los miles de televidentes y cibernautas que tratan la gestión deportiva profesional como otro texto "parasocial" del cual desean ser parte integral. Esta “telenovela” con visos deportivos es protagonizada por 12 jugadores puertorriqueños, un técnico de Valencia, España, y una voz narrativa que cierra cada capítulo con su peculiar frase de ‘agua pa’ los gallos’. La trama se centra en el torneo clasificatorio de Centrobasket (2014) masculino, un certamen que es disputado por 10 selecciones nacionales de la región deportiva de Centroamérica y el Caribe.

En Puerto Rico, este torneo marca el inicio de la tradicional garata deportiva de agosto, que aunque ocurre todos los veranos con la participación del quinteto patrio masculino en certámenes internacionales, se acentúa aún más cada cuatro años, cuando al seguidor del baloncesto boricua se le hincha el corazón en proporciones hiperbólicas y jura que forma parte del cuerpo técnico de una gran potencia que arrasará en la Copa Mundial FIBA. De esta forma se comulga nacionalismo fiestero y aires de erudición deportiva entre los numerosos y orgullosos técnicos de basquetbol  residentes en 78 municipios y unos cuantos condados dispersos en la “diáspora”.

Asuntos como la lucha en contra de leyes fiscales anti-obreras de los gobiernos rojo-azul, el eterno debate en torno al status territorial de Puerto Rico y hasta la publicación sobre los nuevas aportaciones mediáticas de la modelo Maripily Rivera, pasan a un segundo plano en el reino de los “trending topics”, cada vez que entra en escena otro acto de los “12 Magníficos” del baloncesto. Basta con conectarse a varias páginas de discusión deportiva en Internet y notar los debates más acalorados sobre temas tales como: quiénes deben ser los 12 del quinteto; cuál debe ser la nacionalidad del técnico o dirigente del equipo; cuán valiosa o desacertada sería la inclusión de Peter John Ramos como pívot del seleccionado; entre otros tópicos que en ocasiones intersecan con discusiones en torno al vínculo “nacional” que cada jugador tiene con Puerto Rico. 

Aunque tal efervescencia de deporte y sociedad ocurre con frecuencia en el resto de Latinoamérica con equipos de fútbol y otras disciplinas como el béisbol en el Caribe, el caso de la tradicional “telenovela” de baloncesto boricua y la inclusión de sus miles de “co-productores” del santísimo ciberespacio, deja al descubierto las siempre asombrosas y ambiguas  características de la propia condición política de Puerto Rico. 

Aún sin contar con un Estado soberano propio en el terreno político internacional, el seguidor puertorriqueño de los “12 Magníficos” mira al técnico nacional o al presidente de la Federación de Baloncesto de Puerto Rico como el Jefe de Estado al cual se le debe pedir su cabeza si no se cualifica a una Copa Mundial FIBA o a unos Juegos Olímpicos de Verano. Dicha posición administrativa ha llegado a ser comparada con la del gobernador insular, con la excepción de que mientras éste se encuentra sujeto a la voluntad de un gobierno colonial con sede en Washington, el directivo deportivo se aferra a una simbólica (y debatible) “soberanía” deportiva que se proyecta como libre y desvinculada de la cláusula territorial de los Estados Unidos en Puerto Rico.  

Más aún, a los “co-productores” o seguidores de la telenovela de basquetbol les encanta asumir poderes para constituirse como “policías de la nacionalidad” y así determinar  qué jugadores son “verdaderos” puertorriqueños y cuáles no reúnen los requisitos para ser miembros del combinado de la nación. Estas dinámicas aplican especialmente para los casos de los denominados “hijos” o “nietos” de boricuas de la Isla. Igual escrutinio cultural ocurre cuando se analiza el puesto de técnico o dirigente del seleccionado.

Como tantos debates de migración y reformas migratorias que se fraguan dentro de muchos Estados soberanos en el  mundo, el análisis de asuntos de identidad nacional y el derecho deportivo a representar que igualmente aflora entre la afición puertorriqueña, con frecuencia desemboca en actitudes xenofóbicas ensalzadas por un nacionalismo “mimético” y mayormente apolítico, tal y como lo describe en su trabajo el académico del deporte, Lincoln Allison.

De estas y otras tramas de deporte y sociedad podemos hablar en un mes aproximadamente, luego de que concluya la Copa Mundial FIBA 2014, a celebrarse en España. Ya para ese período se sabrá qué cabezas administrativas rodarán, qué jugadores no compitieron con la dosis de “puertorriqueñidad” adecuada, y si los “12 Magníficos” pudieron pasar de la primera ronda de este certamen global. En lo que los miles de co-productores de la telenovela organizan sus ideas para resurgir el sábado 30 de agosto, cuando Puerto Rico debuta ante Argentina en la Copa, los jugadores y el cuerpo técnico colocarán sus “manos arriba” y se encomendarán a la “divina pastora” esperando un milagrito como los que décadas atrás se comunicaban en la inigualable voz del “Olímpico”, Don Manuel Rivera Morales.

¡Manos arriba!

¡Ayúdalos Divina Pastora!

(El autor es profesor de geografía en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico en Humacao.)

miércoles, 16 de julio de 2014

Del "erudito" de fútbol boricua y su acoso al "fanático de cada cuatro años"


 
Mi desencanto con algunos aspectos de la academia comenzó en el verano 2010, mientras era estudiante graduado en la Universidad de Penn State. En aquellos días, disfrutaba de la sintonía del Mundial FIFA en Sudáfrica. Simultáneamente tomaba un seminario graduado durante aquellos calurosos meses de junio y julio.  En el seminario no se hablaba de fútbol, pero sí se promovían conceptos tales como “justicia social”, “equidad” “solidaridad”, entre otros términos emblemáticos de los académicos y académicas “progresistas” de Norteamérica.

Debo admitir que mi júbilo con esa gente “cool” y “liberal” fue tan efímero como los cinco minutos en los cuales Brasil fue algo competitivo ante Alemania en la semifinal del Mundial FIFA 2014. Un almuerzo en el receso de aquel seminario veraniego fue suficiente para darme cuenta  de que aquellos coloquios “solidarios” en el aula de clases no trascenderían la mera impresión de párrafos sobre “social justice” en prestigiosas revistas académicas anglosajonas. Entre los varios temas que surgieron en aquel almuerzo salió a relucir el tono despectivo y de burla empleado por varios estudiantes graduados, quienes tildaron de “salvajes” y hasta “vagos” a aquellas personas que en varios lugares del planeta tomaban las calles para reclamar “justicia social”, “equidad” y “solidaridad”. Como dirían algunos y algunas en los cafetines, “gracias a Dios que esta gente pertenece al ala liberal y progresista de la academia allá en el Norte”.

Hoy, cuatro años después, entre reflexiones en torno al recién concluido Mundial Brasil 2014, y el inicio de la preparación de cursos universitarios que dictaré a partir de agosto, recuerdo aquellos amargos episodios de “bullying” intelectual hacia ese “otro” (supuesto) “ignorante”. Al igual que aquellos colegas estadounidenses en el 2010, el académico y “erudito” puertorriqueño es igualmente capaz de hacer una carrera profesional acosando y mofándose de todo aquel ciudadano común y corriente que no conoce algún dato histórico o prócer nacional.

En el ámbito deportivo, y en especial del fútbol, sentiría un alivio si esta ola de sátiras estuviera dirigida a organismos como la FIFA, la Federación Puertorriqueña de Fútbol, el gobierno de Puerto Rico, entre otras instituciones de poder. Desafortunadamente, ese no es el caso. Una nueva y diversa cepa de boricuas “eruditos del fútbol” ha entrado en escena para arremeter y ridiculizar a aquellos puertorriqueños y puertorriqueñas que quisieron iniciarse y expresarse en la recién concluida fiesta global deportiva que se celebra cada cuatro años.   

Como si se tratase de un discurso contra aquellas ciudadanas y ciudadanos que limitan su participación democrática a meros eventos electorales, los dioses del fútbol en Borinquen se molestan si existen fanáticos que salen a hinchar cada cuatro años solamente. Peor aún, cuestionan si un seguidor o seguidora del Mundial no se comprometerá a apoyar el club para el cual milita su jugador favorito de la recién concluida Copa Brasil 2014.

El panorama se torna más insoportable cuando, dentro del debate cotidiano, se intersecan las acusaciones de los dioses del fútbol, con las lógicas del boricua romántico que hace un llamado masivo y “militante” a cerrar filas con todos los equipos de Latinoamérica. No hay nada malo con hacer llamados de ese tipo. De hecho, uno puede escoger las razones que desee a la hora de tomar la decisión de hinchar por un onceno en particular. Incluso, no negaré que es hasta medio bonito y entretenido fomentar algún imaginario de supuesta unidad latinoamericana a través del deporte.  

No obstante, me parece repugnante que se utilice esta pseudológica “latinoamericanista” para acosare y tildar de “traidores” o “vendíos”  a quienes preferían apoyar a un equipo europeo en su choque contra un onceno de América Latina. Como indiqué anteriormente, cada persona apoya a quien desee y por las razones  que entienda más convenientes. La gran mayoría de la gente lo que desea es disfrutar de buen fútbol y utilizar la ocasión para pasar un rato valioso rodeado de familiares, amistades y rivales deportivos. De eso se trata, ya sea una vez al año, cada dos años 365 días al año o cada cuatro años.  

Recordemos que, dentro de su infinita corrupción, el organismo de la FIFA es el único gran ganador cada vez que se suscitan debates acalorados sobre los jugadores, partidos y equipos. Ser un “erudito del fútbol” y emplear conocimientos y talentos en acosar a quien menos sabe del deporte, no te enaltece. Por el contrario, te hace cómplice de la “ignorancia” que dices atacar. La ridiculización de quien escogió el Mundial 2014 para insertarse en las conversaciones futbolísticas globales le hace un flaco servicio a quienes deseamos que se masifique este deporte en Puerto Rico y soñamos con ver al Huracán Azul en una Copa del Mundo.
Las próximas semanas no sólo serán de preparación para nuestros oncenos – masculino y femenino – de cara a importantes compromisos clasificatorios regionales. Los días de lo que resta de verano serán igualmente claves en términos de continuar informando a la población sobre el fútbol y su pertinencia en el contexto de Puerto Rico y el resto del Caribe. Claro está, tal campaña de información debe basarse en el respeto mutuo y la apertura para establecer un proceso de aprendizaje mutuo sin caer en gestos o representaciones de acosos hacia quien conoce poco o nada del fútbol nacional puertorriqueño. Sólo así podremos unirnos para apoyar a nuestras selecciones nacionales y simultáneamente realizar la importante labor fiscalizadora hacia la Federación Puertorriqueña de Fútbol  y sus directivos.

(El autor es profesor de Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico en Humacao.)

lunes, 28 de abril de 2014

La NBA... ¿Racista? ... ¡Hace tiempo!


 
Si en algo ha aportado la desafortunada controversia generada a raíz de los comentarios de índole racial – y misóginas - que se la atribuyen al dueño de la franquicia de la NBA, Los Angeles Clippers, Donald Sterling, ha sido a destapar el racismo institucionalizado y explotador que ha convivido dentro de las esferas de poder ligueras durante las décadas de existencia del mejor circuito de baloncesto del planeta. Intentar despachar este debate como uno de carácter aislado, por tratarse de un “ejecutivo irracional y racista” “que no representa el espíritu de la NBA”, obvia la complejidad estructural del asunto y le falta el respeto a la gran cantidad de trabajadores y trabajadoras que hacen este espectáculo posible, ya sea por medio de su despliegue atlético, la intervención en la producción televisiva de partidos o hasta la venta de palomitas de maíz en los concesionarios de uno de los 30 coliseos que sirven de sede para estos choques deportivos profesionales.

De igual manera, la solución a este problema no debe despacharse con la efímera satisfacción que podría producir la posible destitución de Sterling por parte del Comisionado de la NBA, Adam Silver. Aunque es un paso necesario, el despojo de Sterling de sus funciones como tenedor de franquicia podría correr el peligro de convertirse en un espectáculo de relaciones públicas, si la liga no asume responsabilidad por el silencio institucional de tantos años en torno al racismo previo de personas como Sterling  y por algunas prácticas laborales cuestionables que han salido a relucir en conflictos recientes, tales como el cierre laboral del 2011, cuando jugadores y propietarios de equipos protagonizaron una disputa que amenazó con cancelar la temporada de ese año. Incluso, de darse un escenario – poco probable - en el cual se pruebe irrefutablemente que el audio fue alterado y la voz masculina no representa enteramente una exposición de Sterling, la NBA debe entender que tal controversia no culmina en esa instancia. La liga no puede estar ajena al hecho de que este escándalo destapó su propia irresponsabilidad ejecutiva de décadas.

¿Por qué la liga no había realizado ninguna gestión o sanción contra Sterling por sus prácticas racistas y segregacionistas como dueño de tierras y propiedades? ¿Por qué se fomenta el silencio cómplice o la ridiculización del activismo cuando jugadores y fanáticos intentan denunciar las dimensiones racistas y clasistas de este circuito profesional? ¿A qué se debe el total silencio cuando los medios corporativos y deportivos afiliados a la NBA destacan una caricaturización estereotípica del “jugador salvaje” e “irracional” que entretiene a las clases adineradas con capacidad de acudir a cada partido para gritarle improperios a esos cuerpos que posibilitan una industria millonaria? ¿Por qué la NBA y sus estaciones mediáticas afiliadas le dieron poco o ningún destaque a instancias como la relacionada a los epítetos racistas que fanáticos de primera fila gritaron contra Ron Artest – hoy día conocido como Meta World Peace – cuando éste se vio implicado en el nefasto motín con fanáticos de Detroit? ¿Por qué la liga, en complicidad con la NCAA y las universidades, continúa promoviendo que jóvenes de comunidades marginadas, abandonen antes de tiempo sus estudios sub-graduados para ofrecerles “villas y castillas” enebeístas, dejando así atrás un mundo de explotación atlética universitaria para insertarse precipitadamente en el incierto mundo del “triunfo” deportivo profesional?

¿Qué hubiese sucedido si el audio con las declaraciones de Donald Sterling no saliera a la luz pública? ¿Existiera el mismo sentido de urgencia si personalidades como Charles Barkley y Barack Obama no hubiesen intervenido para presionar a la liga a tomar acción en contra del ejecutivo de los Clippers?

La NBA, su Comisionado, Adam Silver, y los ejecutivos de las 30 franquicias tiene ante sí la oportunidad histórica de remediar agravios pasados y encaminar a la liga hacia cambios que ataquen de raíz las dimensiones estructurales del racismo que ha caracterizado al circuito por décadas. La destitución de Sterling debe ser sólo un gran paso y una advertencia para todos los dueños de equipos y funcionarios ligueros que por años han fallado por vía de una funesta complicidad y silencio.

(El autor es profesor de Ciencias Sociales en el Recinto de Humacao de la Universidad de Puerto Rico.)