Mi desencanto con algunos aspectos de la academia comenzó en
el verano 2010, mientras era estudiante graduado en la Universidad de Penn
State. En aquellos días, disfrutaba de la sintonía del Mundial FIFA en
Sudáfrica. Simultáneamente tomaba un seminario graduado durante aquellos
calurosos meses de junio y julio. En el
seminario no se hablaba de fútbol, pero sí se promovían conceptos tales como “justicia
social”, “equidad” “solidaridad”, entre otros términos emblemáticos de los
académicos y académicas “progresistas” de Norteamérica.
Debo admitir que mi júbilo con esa gente “cool” y “liberal”
fue tan efímero como los cinco minutos en los cuales Brasil fue algo competitivo
ante Alemania en la semifinal del Mundial FIFA 2014. Un almuerzo en el receso
de aquel seminario veraniego fue suficiente para darme cuenta de que aquellos coloquios “solidarios” en el
aula de clases no trascenderían la mera impresión de párrafos sobre “social
justice” en prestigiosas revistas académicas anglosajonas. Entre los varios
temas que surgieron en aquel almuerzo salió a relucir el tono despectivo y de
burla empleado por varios estudiantes graduados, quienes tildaron de “salvajes”
y hasta “vagos” a aquellas personas que en varios lugares del planeta tomaban
las calles para reclamar “justicia social”, “equidad” y “solidaridad”. Como
dirían algunos y algunas en los cafetines, “gracias a Dios que esta gente
pertenece al ala liberal y progresista de la academia allá en el Norte”.
Hoy, cuatro años después, entre reflexiones en torno al recién
concluido Mundial Brasil 2014, y el inicio de la preparación de cursos universitarios
que dictaré a partir de agosto, recuerdo aquellos amargos episodios de “bullying”
intelectual hacia ese “otro” (supuesto) “ignorante”. Al igual que aquellos
colegas estadounidenses en el 2010, el académico y “erudito” puertorriqueño es
igualmente capaz de hacer una carrera profesional acosando y mofándose de todo
aquel ciudadano común y corriente que no conoce algún dato histórico o prócer
nacional.
En el ámbito deportivo, y en especial del fútbol, sentiría un
alivio si esta ola de sátiras estuviera dirigida a organismos como la FIFA, la
Federación Puertorriqueña de Fútbol, el gobierno de Puerto Rico, entre otras
instituciones de poder. Desafortunadamente, ese no es el caso. Una nueva y diversa
cepa de boricuas “eruditos del fútbol” ha entrado en escena para arremeter y
ridiculizar a aquellos puertorriqueños y puertorriqueñas que quisieron
iniciarse y expresarse en la recién concluida fiesta global deportiva que se
celebra cada cuatro años.
Como si se tratase de un discurso contra aquellas ciudadanas
y ciudadanos que limitan su participación democrática a meros eventos
electorales, los dioses del fútbol en Borinquen se molestan si existen
fanáticos que salen a hinchar cada cuatro años solamente. Peor aún, cuestionan
si un seguidor o seguidora del Mundial no se comprometerá a apoyar el club para
el cual milita su jugador favorito de la recién concluida Copa Brasil 2014.
El panorama se torna más insoportable cuando, dentro del
debate cotidiano, se intersecan las acusaciones de los dioses del fútbol, con
las lógicas del boricua romántico que hace un llamado masivo y “militante” a
cerrar filas con todos los equipos de Latinoamérica. No hay nada malo con hacer
llamados de ese tipo. De hecho, uno puede escoger las razones que desee a la hora
de tomar la decisión de hinchar por un onceno en particular. Incluso, no negaré
que es hasta medio bonito y entretenido fomentar algún imaginario de supuesta
unidad latinoamericana a través del deporte.
No obstante, me parece repugnante que se utilice esta pseudológica
“latinoamericanista” para acosare y tildar de “traidores” o “vendíos” a quienes preferían apoyar a un equipo
europeo en su choque contra un onceno de América Latina. Como indiqué
anteriormente, cada persona apoya a quien desee y por las razones que entienda más convenientes. La gran mayoría
de la gente lo que desea es disfrutar de buen fútbol y utilizar la ocasión para
pasar un rato valioso rodeado de familiares, amistades y rivales deportivos. De
eso se trata, ya sea una vez al año, cada dos años 365 días al año o cada
cuatro años.
Recordemos que, dentro de su infinita corrupción, el
organismo de la FIFA es el único gran ganador cada vez que se suscitan debates
acalorados sobre los jugadores, partidos y equipos. Ser un “erudito del fútbol”
y emplear conocimientos y talentos en acosar a quien menos sabe del deporte, no
te enaltece. Por el contrario, te hace cómplice de la “ignorancia” que dices
atacar. La ridiculización de quien escogió el Mundial 2014 para insertarse en
las conversaciones futbolísticas globales le hace un flaco servicio a quienes
deseamos que se masifique este deporte en Puerto Rico y soñamos con ver al
Huracán Azul en una Copa del Mundo.
Las próximas semanas no sólo serán de preparación
para nuestros oncenos – masculino y femenino – de cara a importantes
compromisos clasificatorios regionales. Los días de lo que resta de verano
serán igualmente claves en términos de continuar informando a la población sobre
el fútbol y su pertinencia en el contexto de Puerto Rico y el resto del Caribe.
Claro está, tal campaña de información debe basarse en el respeto mutuo y la
apertura para establecer un proceso de aprendizaje mutuo sin caer en gestos o
representaciones de acosos hacia quien conoce poco o nada del fútbol nacional
puertorriqueño. Sólo así podremos unirnos para apoyar a nuestras selecciones
nacionales y simultáneamente realizar la importante labor fiscalizadora hacia
la Federación Puertorriqueña de Fútbol y
sus directivos. (El autor es profesor de Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico en Humacao.)
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