Las telenovelas de turno transmitidas entre 7:00pm y 9:00pm
por Telemundo fueron pospuestas por una semana, pero un reemplazo televisivo deportivo
tan o más dramático tomó su lugar entre los días 1 y 7 de agosto. Al menos así
parece ser percibido por los miles de televidentes y cibernautas que tratan la
gestión deportiva profesional como otro texto "parasocial" del cual
desean ser parte integral. Esta “telenovela” con visos deportivos es
protagonizada por 12 jugadores puertorriqueños, un técnico de Valencia, España,
y una voz narrativa que cierra cada capítulo con su peculiar frase de ‘agua pa’
los gallos’. La trama se centra en el torneo clasificatorio de Centrobasket (2014)
masculino, un certamen que es disputado por 10 selecciones nacionales de la
región deportiva de Centroamérica y el Caribe.
En Puerto Rico, este torneo marca el inicio de la
tradicional garata deportiva de agosto, que aunque ocurre todos los veranos con
la participación del quinteto patrio masculino en certámenes internacionales,
se acentúa aún más cada cuatro años, cuando al seguidor del baloncesto boricua
se le hincha el corazón en proporciones hiperbólicas y jura que forma parte del
cuerpo técnico de una gran potencia que arrasará en la Copa Mundial FIBA. De
esta forma se comulga nacionalismo fiestero y aires de erudición deportiva entre
los numerosos y orgullosos técnicos de basquetbol residentes en 78 municipios y unos cuantos
condados dispersos en la “diáspora”.
Asuntos como la lucha en contra de leyes fiscales
anti-obreras de los gobiernos rojo-azul, el eterno debate en torno al status
territorial de Puerto Rico y hasta la publicación sobre los nuevas aportaciones
mediáticas de la modelo Maripily Rivera, pasan a un segundo plano en el reino
de los “trending topics”, cada vez que entra en escena otro acto de los “12
Magníficos” del baloncesto. Basta con conectarse a varias páginas de discusión deportiva
en Internet y notar los debates más acalorados sobre temas tales como: quiénes
deben ser los 12 del quinteto; cuál debe ser la nacionalidad del técnico o
dirigente del equipo; cuán valiosa o desacertada sería la inclusión de Peter
John Ramos como pívot del seleccionado; entre otros tópicos que en ocasiones
intersecan con discusiones en torno al vínculo “nacional” que cada jugador
tiene con Puerto Rico.
Aunque tal efervescencia de deporte y sociedad ocurre con
frecuencia en el resto de Latinoamérica con equipos de fútbol y otras disciplinas
como el béisbol en el Caribe, el caso de la tradicional “telenovela” de
baloncesto boricua y la inclusión de sus miles de “co-productores” del
santísimo ciberespacio, deja al descubierto las siempre asombrosas y
ambiguas características de la propia
condición política de Puerto Rico.
Aún sin contar con un Estado soberano propio en el terreno
político internacional, el seguidor puertorriqueño de los “12 Magníficos” mira
al técnico nacional o al presidente de la Federación de Baloncesto de Puerto
Rico como el Jefe de Estado al cual se le debe pedir su cabeza si no se
cualifica a una Copa Mundial FIBA o a unos Juegos Olímpicos de Verano. Dicha
posición administrativa ha llegado a ser comparada con la del gobernador
insular, con la excepción de que mientras éste se encuentra sujeto a la
voluntad de un gobierno colonial con sede en Washington, el directivo deportivo
se aferra a una simbólica (y debatible) “soberanía” deportiva que se proyecta
como libre y desvinculada de la cláusula territorial de los Estados Unidos en
Puerto Rico.
Más aún, a los “co-productores” o seguidores de la
telenovela de basquetbol les encanta asumir poderes para constituirse como
“policías de la nacionalidad” y así determinar
qué jugadores son “verdaderos” puertorriqueños y cuáles no reúnen los
requisitos para ser miembros del combinado de la nación. Estas dinámicas
aplican especialmente para los casos de los denominados “hijos” o “nietos” de
boricuas de la Isla. Igual escrutinio cultural ocurre cuando se analiza el
puesto de técnico o dirigente del seleccionado.
Como tantos debates de migración y reformas migratorias que
se fraguan dentro de muchos Estados soberanos en el mundo, el análisis de asuntos de identidad
nacional y el derecho deportivo a representar que igualmente aflora entre la afición
puertorriqueña, con frecuencia desemboca en actitudes xenofóbicas ensalzadas por
un nacionalismo “mimético” y mayormente apolítico, tal y como lo describe en su
trabajo el académico del deporte, Lincoln Allison.
De estas y otras tramas de deporte y sociedad podemos hablar
en un mes aproximadamente, luego de que concluya la Copa Mundial FIBA 2014, a
celebrarse en España. Ya para ese período se sabrá qué cabezas administrativas rodarán,
qué jugadores no compitieron con la dosis de “puertorriqueñidad” adecuada, y si
los “12 Magníficos” pudieron pasar de la primera ronda de este certamen global.
En lo que los miles de co-productores de la telenovela organizan sus ideas para
resurgir el sábado 30 de agosto, cuando Puerto Rico debuta ante Argentina en la
Copa, los jugadores y el cuerpo técnico colocarán sus “manos arriba” y se
encomendarán a la “divina pastora” esperando un milagrito como los que décadas
atrás se comunicaban en la inigualable voz del “Olímpico”, Don Manuel Rivera
Morales.
¡Manos arriba!
¡Ayúdalos Divina Pastora!
(El autor es profesor de geografía en el Departamento de
Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico en Humacao.)