Por Rafael R. Díaz Torres
Como profesión e institución
social, el periodismo contemporáneo libra una dura batalla en aras de
reivindicarse y trascender la falta de sustancia hacia temas de importancia y
la ausencia de acercamientos investigativos en la fiscalización. Esta
problemática vinculada al contenido sucede en un contexto de precariedad económica
y aumento en los programas de reestructuración de empresas relacionadas a los medios
de prensa. Aunque no es un fenómeno exclusivo de Puerto Rico, en la Isla estas
reestructuraciones han incluido olas de despidos a obreros y obreras en las
áreas de información periodística. Dichas decisiones administrativas no solo
provocan el cesanteo de valiosos trabajadores y trabajadoras, sino también la
pérdida de ingreso para quienes mantienen familias. Pero hay más.
La reducción de personal
profesional en las diferentes áreas relacionadas al periodismo igualmente
amenaza la calidad de la información e investigaciones que pudieran ser
transmitidas al público. Con menos mentes productivas trabajando en mesas de
redacción y en la calle, nos corremos el riesgo de continuar perpetuando el
predominio del “trending topic” (tema de moda) en las redes cibernéticas como
el criterio principal para determinar qué temas y ángulos son los
verdaderamente valiosos en el ámbito noticioso. En el régimen del “trending
topic”, el periodismo de contexto e investigativo tienen poco o ningún valor
fuera de consideraciones económicas y de mercado. Prevalecen criterios de
carácter comercial en el marco de fórmulas que incluyen cifras de entradas a
sitios en línea, publicidad de marcas e integración de redes sociales
cibernéticas.
Si bien estas decisiones laceran
la calidad del periodismo en sus diferentes estilos, acercamientos y
posibilidades temáticas, cabe destacar que las noticias e historias vinculadas
a la información deportiva figuran entre las más que se han impactado
adversamente en términos de profundidad de contenido, contexto y pertinencia social
a la hora de reseñar eventos, analizar rendimiento de atletas y fiscalizar la gestión
de jefes federativos. El señalamiento histórico que despacha el contenido
deportivo como mera información de carácter liviano (“soft news”), ha
facilitado su transición hacia un mayor grado de trivialización dentro del
régimen actual del “trending topic” y el
consecuente aumento en la elaboración de “noticias como espectáculo”. Muy poco
se expone en los medios en torno al valor del deporte como motor de avance
comunitario. Tampoco se profundiza en sus dimensiones sociales, políticas y económicas.
Además, el importante ejercicio periodístico de fiscalización está mayormente
ausente en los segmentos y secciones deportivas. Por el contrario, la audiencia
se tiene que conformar con crónicas estériles de meros resúmenes de partidos o
reportajes faranduleros sobre la vida privada de atletas.
No debe sorprender que en este
estado de situación del periodismo deportivo, sean las mujeres quienes queden
más expuestas y vulnerables ante la publicación de notas de poco valor
deportivo. En el caso de Puerto Rico, es muy común dentro de las secciones y
páginas deportivas de prensa vender la imagen de la mujer atleta, según
estándares relacionados a su supuesta “delicadeza”, “dulzura”, “feminidad” y
apariencia corporal. Este tipo de información de poca monta deportiva se suma a
la publicación de numerosas historias vinculadas a la vida privada y
sentimental de las atletas. El advenimiento de las páginas sociales
cibernéticas como instrumentos indispensables en la producción de información
periodística ha propagado la publicación de estas noticias de farándula
deportiva, las cuales pueden recorrer varias redes y “conversaciones” en
diversas plataformas mediáticas. Esta realidad tecnológica y económica, sumada a
los precarios proyectos sociales en favor de la equidad y el rechazo popular a
miradas inclusivas con perspectiva de género, colocan a la mujer atleta en una
posición de vulnerabilidad tanto en términos de participación, como en
representación y cobertura.
El pasado jueves 10 de diciembre,
el periódico Metro publicó una
columna de la periodista de espectáculo Yolanda Rosaly. En el texto titulado “¡Mónica
Puig se pegó en la Loto!”, la comunicadora felicitaba a esta famosa tenista
puertorriqueña por haberse involucrado sentimentalmente con un hombre a quien
describe como un joven “valioso” y con “una alta escala de valores”. La columna
culmina con una invitación a la pareja a valorarse mutuamente. Al citar un
pasaje bíblico de Corintios, Rosaly les insta a vivir un amor paciente y
desprendido. Aunque la autora también elogia las cualidades humanas de Puig, el
texto se centra en cómo la atleta alcanzó un importante logro al unirse con un buen
hombre a quien Rosaly conoce desde que es un niño.
De repente, pasa a un segundo
plano los planes de Puig de aspirar a clasificar a las Olimpiadas de Verano
2016 en Río de Janeiro o su preparación para la temporada profesional de ese
mismo año en la rama femenina del deporte de tenis. Igualmente pierde vigencia
cualquier gesta social de esta mujer como modelo de inspiración para niñas,
niños y jóvenes que deseen desarrollarse en el mismo deporte en el cual ella
compite. El texto de Yolanda Rosaly constituye un retraso para las atletas y
quienes luchan por continuar promoviendo una cobertura digna de las y los
deportistas. Tratar de sugerir que la sociedad debe medir las virtudes humanas
y relevancia de una atleta, según la calidad y escala de valores de la pareja
que eligen es una falta de respeto hacia las mujeres y hacia quienes continúan
esforzándose y luchando por el desarrollo de proyectos más equitativos a nivel
de federaciones, ligas y coberturas mediáticas deportivas. Planteamientos de
esa naturaleza degradan a la mujer atleta al sugerirles que sus esfuerzos
deportivos estarán sujetos a juicios sociales selectivos en virtud de lo que se
espera de ellas por razón de su género.
Aunque podría argumentarse que
Rosaly no es periodista de deportes, sino de espectáculo, y por tal razón no se
debe medir con la misma vara que se hace con los profesionales en información
deportiva, lo cierto es que no existe justificación para continuar utilizando
posiciones de poder desde los medios para perpetuar coberturas sexistas en las
historias que tratan sobre atletas y en el periodismo en general. El hecho de
que el texto anteriormente citado haya sido redactado con propósitos de
farándula no significa que su contenido no tenga implicaciones en términos de
atrasar cualquier proyecto a favor de la equidad tanto en el deporte, como en
la representación de sus atletas. Desafortunadamente, en el régimen del
“trending topic” y la “noticia como espectáculo” existe una frontera frágil y
fluida entre las coberturas relacionadas al deporte y aquellas vinculadas al
entretenimiento y espectáculo. Por ejemplo, fue precisamente la sección de
Deportes del diario El Nuevo Día la que publicó en junio de 2013 una nota de
farándula en torno a la celebración de un “prom”
y la utilización de un traje de gala por Mónica Puig previo a su
participación en el prestigioso torneo de Wimbledon. En ese sentido, el hecho
de que la nota sea publicada por uno u otro tipo de periodista o periodismo no
quita la responsabilidad social que siempre debe mantenerse a la hora de
transmitir información sobre diversos temas, incluyendo el deporte.
Aunque los retos y dificultades
son enormes en el periodismo de hoy, no se deben utilizar los argumentos de la
precariedad y las alegadas reestructuraciones económicas para justificar una
merma en la publicación de historias con profundidad, contexto y empatía. Dentro
de esta difícil realidad resulta indispensable felicitar y alentar a
aquellos/as periodistas que libran importantes batallas internas dentro de sus
medios y constantemente abogan por un periodismo de altura. En el caso de los y
las periodistas de deportes, ojalá y estas líneas sirvan de invitación para
continuar diversificando las perspectivas y acercamientos en torno a la cobertura
de eventos y atletas. Sigue vigente el llamado que aspira a continuar
integrando metodologías y miradas con perspectiva de género en el periodismo y
en Puerto Rico.
(El autor es profesor de
Geografía en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto
Rico en Humacao. Además, posee un grado de maestría de la Universidad de Penn
State con especialidad en Comunicaciones y énfasis en el área de Deportes,
Medios y Sociedad.)
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