miércoles, 16 de febrero de 2011

Deporte y política: Cero himnos en nuestras ligas nacionales

La bochornosa interpretación que hiciera Christina Aguilera de “The Star-Spangled Banner” en el pasado Super Bowl XLV celebrado en Arlington, Texas, motivó a personas como Kevin Blackistone a cuestionar la necesidad de preceder partidos deportivos profesionales con el cántico y reverencia del himno nacional estadounidense. Blackistone, quien es columnista deportivo y analista para la cadena ESPN, argumenta que comenzar competencias deportivas con el himno de los Estados Unidos constituye una referencia innecesaria al oficialismo político, así como el poderoso aparato militar de su país. Según el también profesor de periodismo deportivo en la Universidad de Maryland, existe una inconsistencia ideológica y de pensamiento entre aquellas personas que repudian mezclar política y deporte, pero son l@s primer@s en celebrar el vuelo de aviones militares sobre un estadio, al tiempo que cantan un himno que hace referencia a lenguaje de guerra.

Fue inevitable pensar en Puerto Rico luego de leer los planteamientos realizados por Blackistone. El deporte profesional puertorriqueño tiene el distintivo especial de no tocar uno, sino dos himnos nacionales: La Borinqueña de Puerto Rico y "The Star-Spangled Banner” de los Estados Unidos de América. Dicha característica es otro de los muchos trastornos colectivos que forman parte del legado colonial institucionalizado bajo el nombre de Estado Libre Asociado de Puerto Rico (E.L.A.). Lo cierto es que ningún estatuto del E.L.A. obliga a los organizadores de eventos deportivos y apoderados de franquicias a tocar himnos oficiales minutos antes de comenzar partidos. Más bien lo hacen para brindarle un toque de formalidad que no está exento de la politiquería partidista cotidiana que abruma a la sociedad puertorriqueña.

Como si no fuera suficiente con tener que permanecer de pie para escuchar una canción que glorifica el colonialismo al enaltecer la figura de Cristóbal Colón, los alcaldes y otras figuras de poder también nos imponen ese mismo himno que hoy día es cuestionado por columnistas deportivos estadounidenses. No tocar la canción oficial de los Estados Unidos sería visto como un acto separatista y le podría costar la ayuda municipal y legislativa a franquicias con sede en pueblos dominados por el Partido Nuevo Progresista (PNP) o algunos de los sectores más lacayos dentro del Partido Popular Democrático (PPD). Así de revanchista y poco ética puede ser la política nacional puertorriqueña.

Los aproximadamente tres minutos que dura la ceremonia pre-juego protagonizada por dos himnos nacionales puede ser capaz de cambiar totalmente la dinámica de una actividad diseñada para el sano entretenimiento familiar a una caracterizada por la presencia de tensión política e ideológica. Viví esa hostilidad a finales de la década de los 90s. Previo a un importante partido de Baloncesto Superior Nacional (BSN), mi madre decidió sentarse mientras tocaban el himno de los Estados Unidos. Su rechazo a la intervención extranjera dentro de nuestra soberanía deportiva le valió regaños e insultos de parte de la esposa del entonces apoderado de la franquicia de Bayamón en el BSN.

Desde ese amargo incidente, fuimos varias las personas que estábamos pendientes a ver qué sucedería cada vez que mi madre se sentaba durante la interpretación del himno estadounidense al inicio de cada juego de baloncesto. Queríamos saber si la esposa del apoderado (y quizás algún asambleísta municipal) volvería a formar ese bochornoso espectáculo cada vez que alguien se negara a sancionar un régimen político que hoy día continúa promoviendo una cultura de dependencia económica e institucionaliza la pobreza (económica y de espíritu) en Puerto Rico. Por el resto de esa temporada del BSN, el espectáculo deportivo tuvo que compartir escenario con la acostumbrada tensión política boricua. Y todo por culpa de un dichoso himno que es tocado por capricho de un alcalde y legisladores municipales que de seguro sacarían a los Vaqueros del Coliseo Rubén Rodríguez si su actual dueño se negara a tocar el himno nacional de los Estados Unidos de América.

Por cuestión de respeto y dignidad lo lógico sería proponer que no se toque más la canción oficial estadounidense en nuestros coliseos y estadios. No obstante, sabemos que tal petición jamás sería aceptada por la gran mayoría de los alcaldes y apoderados. Mientras los primeros se escandalizarían al punto de cortar la ayuda municipal a los equipos, los segundos no tendrían ninguna intención de “jugar con fuego” dentro de la ya difícil situación de precariedad económica que sufre el deporte puertorriqueño y sus ligas.

Ante este panorama propongo que no se toque ningún himno antes de comenzar los partidos de nuestros circuitos deportivos nacionales. Así no se celebraría ni lo uno ni lo otro. Por un lado no tendríamos que estar expuestos a una versión de “La Borinqueña” que aplaude la llegada de quienes instauraron el colonialismo y la explotación hacia l@s hij@s de nuestra isla. Por otro lado, también se estaría rechazando un himno extranjero que mayormente habla de guerra y frases que nada tienen que ver con Puerto Rico. Al no tocar los himnos nadie gana, pero tampoco se pierde. El deporte se mantendría un poco más neutral ante el oficialismo político.

No pretendo con esta propuesta acallar la voz política que siempre ha caracterizado al deporte en Puerto Rico y otros lugares del mundo. Reconozco el valor que la institución deportiva puede tener como instrumento de reivindicación ante políticas injustas y opresivas. No olvidemos las constantes batallas que Don Germán Rieckehoff Sampayo libró ante gobiernos que negaban su propia patria cuando pisoteaban nuestro comité olímpico nacional. Tampoco ignoremos el valiente acto de aquellos atletas que en Mayagüez 2010 le sacaron tarjeta roja al nefasto gobierno de Luis Fortuño, retando así el paradigma del deportista dócil y apolítico.

No se trata de desligar política y deporte. Tampoco se aboga por una propuesta similar para aquellas competencias deportivas internacionales que utilizan a los himnos nacionales como parte esencial en lo que concierne a los símbolos representativos de naciones. Sólo se aspira a sacar el partidismo y pulseo politiquero de nuestras ligas nacionales. Qué las ceremonias pre-juego sean minutos de alegría y motivación en lugar de momentos tensos entre directivos de equipos, fanátic@s, activistas, alcaldes y otras figuras de la política. Eliminar los himnos no sólo representaría un esfuerzo genuino para sacar al oficialismo y política institucional de las actividades que forman parte del protocolo deportivo, sino que además nos evitaría un bochorno musical que pueda surgir a causa de algún artista que por su fama y no por la voz que posea, sea contactado para interpretar algún himno nacional. ¿Qué les parece?

(Para leer la columna de Kevin Blackistone, pueden accesar el siguiente enlace: http://kevin-blackistone.fanhouse.com/2011/02/08/time-to-turn-off-national-anthem-before-sports-events/?icid=main%7Chtmlws-main-n%7Cdl6%7Csec1_lnk1%7C200223#cmtForm)

2 comentarios:

  1. Me pregunto (porque no conozco mucho acerca del tema) acaso estas ceremonias se establecieron para engendrar el sentimiento patriotico de los eventos deportivos? Y si es asi, cual seria una sustitucion apropiada para los himnos? Quien decide que es lo mas apropiado para apelar al sentido individual de patriotismo, cultura e identidad? Creo que tu propuesta de eliminar los dos himnos seria mas razonable que solo eliminar el de EU, ya que los dos himnos representan la condicion colonial de Puerto Rico por igual. Me da curiosidad, porque tu Mama protestaba solo el himno de EU y no La Borinque~a? (perdone los errores gramaticales, pero el teclado que estoy usando no tiene conversion para acentos)

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  2. Ese protocolo se hace casi siempre por conveniencia de aquellas personas que organizan los eventos deportivos. Definitivamente hay otras opciones menos políticas que apelan al sentido patrio (i.e. "Quién no se siente patriota" de Andy Montañez, "Preciosa" de Rafael Hernández, entre muchas otras). Quedaría a discresión de quienes corren estas actividades.
    Con respecto a tu otra pregunta, creo que muchas personas nos quedamos de pie durante "La Borinqueña" por su elemento de pertenencia nacional, a pesar de que celebra la llegada de los colonizadores. Nos mantenemos de pie, pero bajo protesta.

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