Todos los años se reactiva una forma de representación mediática que sirve como preludio al inicio del torneo anual organizado por la Liga de Voleibol Superior Femenino (LVSF) en Puerto Rico. Como si se tratara de un disco rayado o un discurso reciclado, algunos periodistas deportivos que cubren el voleibol puertorriqueño comienzan su tradicional celebración del atractivo sexual de las atletas que participan en el campeonato de la LVSF. Tal como si fueran jueces dentro de la competencia de trajes de baño en un certamen de Miss Universo, estos colegas que cuentan con la bendición de sus respectivos periódicos, reseñan el torneo de voleibol femenino como ese gran paraíso de “modelitos” y chicas “sexis” que cumplirán con los más secretos deseos de la pupila del “buitre” que visita las canchas en donde el tabloncillo es transformado en pasarela. En una era caracterizada por competidoras que continúan luchando por mayor reconocimiento, igualdad y credibilidad dentro de la institución del deporte, cobertura de ese tipo no contribuye a su causa y justas peticiones.
Como persona privada heterosexual no pretendo negar la atracción visual que en algún momento pueda sentir por voleibolistas y otras atletas que pueda considerar como atractivas para mis gustos. No obstante, como profesional que respeta a la mujer, al deporte y a la importante vocación periodística, estoy consciente que la construcción de un discurso mediático que principalmente celebra la representación sexual de los cuerpos dentro de competencias atléticas, falla en cumplir con algunos de los principios más básicos y responsabilidades que recaen sobre los hombros de aquellas personas que trabajamos o aspiramos a trabajar en los medios de comunicación masiva. L@s periodistas no podemos ignorar la responsabilidad que tenemos de darle voz a quienes son ignorados y menospreciados en expresión, visibilidad y participación. La mujer atleta continúa batallando por obtener el respeto y reconocimiento en el deporte, institución que históricamente ha sido dominada y definida por hombres. Como miembros de ese “cuarto poder” capaz de tener independencia de criterio dentro de un sistema democrático que no está exento de opresiones y desigualdades, le corresponde al periodista deportivo abogar por quienes aspiran a tener una voz igualitaria en las federaciones y ligas.
Que el día de inicio de la temporada 2010 sea reseñado por el principal periódico puertorriqueño como el “regreso de las modelitos del deporte” fue de mal gusto para quienes luchamos porque la mujer atleta sea enaltecida por sus proezas deportivas y no por la manera en que su cuerpo encaja dentro del licra que forma parte de su uniforme. Leer un año después (2011) un artículo publicado por otro periódico que presentaba a varias voleibolistas como las mujeres más sexis en el deporte boricua, me recuerda lo mucho que tenemos que aprender y lo atrasados que estamos con relación a la forma en que se cubre el deporte femenino. La atleta femenina no necesita una cobertura deportiva farandulera. Lo que realmente le ayudaría es un periodismo deportivo que problematice y rete las limitaciones que resultan por continuar viendo al deporte como esa institución eminentemente masculina que admite a la mujer sólo cuando ésta cumple con ciertos ideales tradicionales de feminidad y sumisión (a la mirada y dictámenes del “buitre”).
El cambio de mentalidad que propongo no es fácil. Conlleva la reformulación de una mentalidad que trasciende el periodismo deportivo. Se trata de retar ideales y prácticas sociales que guían la construcción de roles y representaciones de género tradicionales. Sin embargo, el reconocimiento de estas dificultades no debe ser visto con pesimismo. Por el contrario, nos debe invitar a iniciar una conversación que aspire a un periodismo de reivindicación y solidario. Aboguemos por un periodismo deportivo que en lugar de resaltar a la mujer como “modelito”, las enaltezca por ser modelos sociales de tenacidad y éxito ante la adversidad. Estás invitad@ a reflexionar y ser agente de cambio.
Como persona privada heterosexual no pretendo negar la atracción visual que en algún momento pueda sentir por voleibolistas y otras atletas que pueda considerar como atractivas para mis gustos. No obstante, como profesional que respeta a la mujer, al deporte y a la importante vocación periodística, estoy consciente que la construcción de un discurso mediático que principalmente celebra la representación sexual de los cuerpos dentro de competencias atléticas, falla en cumplir con algunos de los principios más básicos y responsabilidades que recaen sobre los hombros de aquellas personas que trabajamos o aspiramos a trabajar en los medios de comunicación masiva. L@s periodistas no podemos ignorar la responsabilidad que tenemos de darle voz a quienes son ignorados y menospreciados en expresión, visibilidad y participación. La mujer atleta continúa batallando por obtener el respeto y reconocimiento en el deporte, institución que históricamente ha sido dominada y definida por hombres. Como miembros de ese “cuarto poder” capaz de tener independencia de criterio dentro de un sistema democrático que no está exento de opresiones y desigualdades, le corresponde al periodista deportivo abogar por quienes aspiran a tener una voz igualitaria en las federaciones y ligas.
Que el día de inicio de la temporada 2010 sea reseñado por el principal periódico puertorriqueño como el “regreso de las modelitos del deporte” fue de mal gusto para quienes luchamos porque la mujer atleta sea enaltecida por sus proezas deportivas y no por la manera en que su cuerpo encaja dentro del licra que forma parte de su uniforme. Leer un año después (2011) un artículo publicado por otro periódico que presentaba a varias voleibolistas como las mujeres más sexis en el deporte boricua, me recuerda lo mucho que tenemos que aprender y lo atrasados que estamos con relación a la forma en que se cubre el deporte femenino. La atleta femenina no necesita una cobertura deportiva farandulera. Lo que realmente le ayudaría es un periodismo deportivo que problematice y rete las limitaciones que resultan por continuar viendo al deporte como esa institución eminentemente masculina que admite a la mujer sólo cuando ésta cumple con ciertos ideales tradicionales de feminidad y sumisión (a la mirada y dictámenes del “buitre”).
El cambio de mentalidad que propongo no es fácil. Conlleva la reformulación de una mentalidad que trasciende el periodismo deportivo. Se trata de retar ideales y prácticas sociales que guían la construcción de roles y representaciones de género tradicionales. Sin embargo, el reconocimiento de estas dificultades no debe ser visto con pesimismo. Por el contrario, nos debe invitar a iniciar una conversación que aspire a un periodismo de reivindicación y solidario. Aboguemos por un periodismo deportivo que en lugar de resaltar a la mujer como “modelito”, las enaltezca por ser modelos sociales de tenacidad y éxito ante la adversidad. Estás invitad@ a reflexionar y ser agente de cambio.
Tremendo artículo, Rafa. Una cosa es q uno, como persona privada, considere a una jugadora como guapa, pero a nível profesional no se oye, ni ve bien q se fijen en esas cosas como relevantes para la noticia.
ResponderEliminarEl foco sexual machista de la prensa con respecto al LVSF es uno de mal gusto. No solo se le falta el respeto a estas atletas profesionales, sino que también se le falta el respeto al deporte y se lacera la seriedad del mismo. Como fanáticos de la LVSF hay que unirse y protestar para que los medios dejen ese modus operandi y comiencen a reportar lo que tienen que reportar, las ejecutorias en la cancha de cada equipo y de cada jugadora.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo, Rafa. Es triste que reducen la dedicacion al deporte de estas atletas a quien encuentran la mas atractiva.
ResponderEliminarGracias por dejar sus comentarios. Me dicen que mencionaron esta columna en un programa radial de análisis deportivo. Ojalá haya llegado el mensaje. Después de todo, para eso es que uno escribe; para tratar de ser agente de cambio en asuntos que pueden afectar adversamente a otras personas.
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